Hace cinco años, buscando estabilidad y autonomía económica, decidió enfocarse en la construcción.

Decidió incursionar en un terreno considerado tradicionalmente “de hombres”: trabajos de revoques, paredes, cimientos, remates, preparar mezcla, cargar, pintar, tomar taladro, llana, aplanadora y un sinfín de labores y herramientas que la hacen ser una albañil. Hablamos de Rosamery Anticán Cayupul, conocida como “Romy”, una mujer de la capital regional que aprendió todo sobre este oficio por sus propios medios.

Si bien no hay trabajos para mujeres o trabajos para hombres; lo que hay son trabajos con cultura masculina. Oficios que en forma tradicional, por costumbre y por arbitrariedad, son asociados a varones: uno de ellos, la construcción. Así como el tren, el avión, el barco, micro o el taxi, hombre es mayoría, hegemonía que de a poco empieza a romperse con mujeres que se atreven a ocupar espacios que suelen ser sólo de machos.

“Ahora estoy de albañil, tenemos mucho trabajo. Estoy haciendo remates de albañilería cuando las cañerías las pican para ver si están bien o mal, y luego vamos haciendo los remates. Hay algunos muros que están desaplomados y tengo que ir chicoteando (mezcla preparada para aplicarla en la pared) y alisando, antes de pasar la regla y terminar el muro como corresponde”, dice Romy Anticán quien actualmente trabaja en la construcción del condominio Rio Lircay en Rancagua donde se desempeña en labores de albañilería de terminaciones.

DERRIBANDO EL MITO DEL SEXO DEBIL

Las historias de superación personal siempre son destacables y tienen el común denominador que se concretan en personas decididas, comprometidas y dedicadas, esas que cuando llegan oportunidades no las dejan pasar y Romy es una de ellas, este año tuvo la oportunidad de terminar 4º medio gracias al programa “Cumpliendo Un Sueño” de PRODEMU que tiene como fin contribuir para que mujeres adultas finalicen su educación para que ingresen a la fuerza laboral del país. “Me discriminaban mucho en el trabajo por no tener 4º medio, por eso lo terminé. Fue un poco difícil, porque algunas materias eran complejas, lo que más me costó fue matemáticas, pero me tuve que adaptar”, recuerda la joven de 29 años.

La albañil cuenta que cuando comenzaron las clases, había horarios en los que se tenía que conectar desde la faena donde trabajaba de jornal, por lo que vio el curso cuesta arriba, pero no se desanimó, “hablé con una jefa y me dio permiso para estudiar, pero el jefe de obras no quería, así que para callado me conectaba. Me metía el teléfono en el bolsillo y escuchaba las clases mientras trabajaba. Andaba con el audífono en la oreja escuchando la clase y respondiendo mientras impermeabilizaba”.

Para superarse no ha sido un proceso sencillo en un oficio que requiere fuerza, coraje y sobre todo un carácter fuerte para evitar ser pasada a llevar; pero tiene su recompensa asegura Romy, “valió la pena eso sí. Es difícil este rubro, porque soy la única mujer que trabaja de albañil, me miran raro, como que no sé del trabajo. Cuando eres mujer cuesta mucho abrirse caminos en la construcción”, dice quien llegó al rubro haciendo aseo y poco a poco fue aprendiendo del oficio.

Así, hace nueve años decidió enfocarse de lleno al rubro de la construcción motivada por encontrar estabilidad y autonomía para ella y sus dos pequeñas hijas “me separé y no encontré otra forma de ganar más plata que en la construcción. De primera es muy difícil, porque no tenía fuerza, no me podía los sacos de cemento; pero ahora no tengo problema, me los tiro al hombro y me los llevo para trabajar, para que no piensen que no soy capaz o que me miren raro. Hay que seguir nomás, hay que abrir caminos a esas mujeres que no se atreven”.

A diario prepara su mochila con su ropa de trabajo y bototos salpicados de mezcla. Su oficio le impide el uso de zapatos de taco, vestidos o maquillaje, pero apenas se acaba su jornada y llega a su casa, se da tiempo para ponerse hermosa para sus hijas. “Me gusta mi trabajo, porque le puedo dar una mejor vida a mis hijas. La mayor se siente orgullosa de mi trabajo, pero no le gusta mucho que ande sucia, así que llego a la casa y me arreglo”, revela Romy.

Si bien la vida no ha sido fácil para esta rancagüina, cuenta que ha tratado de orientar a sus cercanas a que se atrevan a salir al campo laboral. “Les digo a las chiquillas que no tengan miedo al trabajo, que una llana (herramienta para alisar superficies) no muerde, una aplanadora tampoco. A varias las he sacado de las casas y me las he llevado a trabajar conmigo y les digo que nunca hay que depender de un hombre, porque se enojan y se van; y somos todas inteligentes para sólo estar cocinando, pasando rabias o que no nos valoren”, asegura.

Con el pasar del tiempo, Romy se ha vuelto todo un éxito en el rubro demostrando su pulcritud y excelente trabajo. Ella está cambiando la historia al abrirse paso en un oficio que es mayoritariamente realizado por hombres y quiere seguir perfeccionándose adelanta “El año que viene quiero inscribirme en la Cámara Chilena de la Construcción para hacer un curso y aprender muchas más cosas”.

En este tema la directora regional de PRODEMU, Nessy Moratelli Solar sostuvo que “el programa Cumpliendo un Sueño es una contribución a ir disminuyendo la brecha educacional que existe en nuestro país, una validación de estudios con fines laborales que contribuye al proceso de empoderamiento de las mujeres entregándoles una proyección para su inserción laboral. No obstante, en el sector construcción, aún existe un punto de inflexión en la incorporación de ellas, donde todavía existe discriminación por razones de género lo que sigue dificultando el acceso femenino a este mundo laboral mientras exista un sesgo cultural marcado”, finalizó.

Comments

comments

Por tribuna