La primera publicación de la periodista sanfernandina Irene Padilla invita a revisar el proceso independentista chileno, desde la perspectiva de la madre de Bernardo O’Higgins.
En noviembre de 1822 Isabel Riquelme y Meza es testigo del proceso que terminaría con la abdicación de su hijo, Bernardo O’Higgins, en enero del año siguiente. Envuelta en esos días turbulentos, decide confesar a través de íntimas cartas a un amigo el mayor de sus secretos: cómo fue que su amor por un poderoso militar irlandés cambiaría su destino y el de su patria para siempre.
Hasta aquel momento histórico decisivo nos traslada la escritura de Irene en su primera novela, Cartas al mar. En su libro, la autora recorre la historia de Isabel Riquelme desde su infancia en Chillán hasta sus últimos días, deteniéndose en los detalles de su relación con Ambrosio O’Higgins, un hito biográfico clandestino, apasionado y cruel.
«Las mujeres a través de la historia siempre han estado en las bambalinas del poder y estamos viviendo tiempos en que se hace necesario sacarlas de ese lugar y ponerlas en aquel de relevancia que les pertenece. Isabel Riquelme es una figura histórica con quien se da una situación muy especial, porque vive la formación de la república chilena de punta a cabo», comenta la autora sanfernandina.
Riquelme nació y se crió en las últimas décadas del dominio español en el siglo XVIII. En esos años conoció a Ambrosio O’Higgins y nació Bernardo O’Higgins. «Desde 1804 (Isabel Riquelme) se hace parte de una América revolucionaria e independentista. Ella participa activamente en la guerra, proveyendo a la tropa de alimentos, e incluso armas que eran estos coligües afilados que usaron los patriotas como lanzas», resume la autora de Cartas al mar, y añade: «Fue prisionera de guerra durante varios meses, y en el exilio en Mendoza cuidó de los chilenos que huyeron tras la Batalla de Rancagua. Finalmente, tras el exilio, Isabel muere en 1839 en Lima, cuando las tropas chilenas tenían ocupada esa ciudad en el marco de la guerra de la Confederación Perú- Boliviana».
Para la escritora, Isabel Riquelme fue «testigo y protagonista de cómo esta colonia pobre, pequeña, donde nació, termina convertida en un país independiente, capaz de conquistar otro. Es fantástico, pocos personajes de la historia pueden contar una travesía como aquella».
Una reversión de Isabel
Moviéndose entre su presente vertiginoso, y un pasado doloroso, en la novela Isabel rebrota a través de sus misivas palabras que conjugan en su historia el desprecio, el amor filial y la destrucción provocada por la guerra de Independencia.
En Cartas al mar, la autora envuelve a los lectores en la intimidad de la protagonista y retrata la tormentosa relación que tuvo con Ambrosio O’Higgins, así como el intenso vínculo con su hijo Bernardo. «Esta es una historia de pasión. No solo de la pasión de Isabel Riquelme por este hombre, también la pasión que sintió por su familia, por su hijo y por el sur donde nació», asegura la escritora. «Leyendo las biografías de Ambrosio y Bernardo, es interesante cómo esta mujer los deslumbra a ambos. A Ambrosio, porque por ella, pierde el control de su vida que tanto resguardaba, era un hombre de más de cincuenta años cuando este amor y este hijo marcan un antes y un después hasta su muerte. Y a Bernardo, porque sin su madre no era nada», comenta.
En sintonía con lo relatado en la novela, en la portada de Cartas al mar se observa a una joven Isabel Riquelme. La imagen es una reversión del clásico cuadro de Gil de Castro pintada por la artista nacional Ofelia Andrades, quien retrató a la protagonista con la ayuda de una app. «Lo más desafiante para Ofelia fueron sus ojos, llegar a la expresión vivaz y la belleza de esa mirada de Isabel. No fue fácil, estuvo días intentándolo hasta que logró un resultado perfecto que quedó plasmado en esta portada maravillosa», detalla Padilla.
Irene Padilla debuta con una novela histórica humana y entrañable, que recrea los hechos desde la mirada de Isabel, como hija, amante y madre; como una mujer que encarna lucha y abnegación al encontrarse sometida en la Colonia, invisibilizada en un contexto de poder militar e intransigencia hacia los afectos prohibidos, mientras la guerra va dibujando nuevas fronteras.