Por: Félix Bugueño, diputado.
En Chile, hay más de 4.600 niños, niñas y adolescentes bajo el cuidado del Estado. Muchos de ellos, han sido separados de sus familias por situaciones de abandono, negligencia o violencia. Uno de cada nueve está completamente solo. Lo más doloroso de todo esto es que, pese a existir personas y familias dispuestas a adoptar, nuestros procesos legales han sido tan lentos y burocráticos que los años pasan, y esos niños siguen esperando.
Por eso, la aprobación de la nueva Ley de Adopción es un paso tan relevante. Esta reforma, que llevaba más de una década en el congelador, al fin ve la luz y viene a dar respuesta a una deuda histórica del Estado: el derecho de niños y niñas a crecer en un entorno seguro y definitivo.
Lo primero que hace esta nueva legislación es poner en el centro el interés superior del niño o niña. Ya no se trata de evaluar solo a quienes desean adoptar, sino de comprender qué es lo mejor para los menores involucrados. Esto implica plazos más acotados, de 12 a 18 meses, para definir si es posible re-vincular al menor con su familia de origen o si corresponde iniciar el proceso de adopción.
Hasta ahora, este trámite podía demorar hasta seis años, una espera cruel e injusta para alguien en formación. Con esta reforma, no solo se reduce esa espera, sino que se transforma también el enfoque, no importa el tipo de familia que adopta, sino el bienestar del niño.
El sistema deja atrás normativas anticuadas, se elimina la prioridad de adopción matrimonios heterosexuales. Ahora, tienen la posibilidad personas solteras, parejas del mismo sexo y cualquier configuración familiar capaz de brindar cuidado, cariño y estabilidad. Lo esencial es formar un entorno protector, no cumplir con un molde.
Cada año se concretan en Chile cerca de 250 adopciones. Con esta ley, esa cifra debería aumentar, dando más oportunidades a tantos niños que hoy viven en hogares temporales o residencias del Estado, sin la seguridad de un futuro claro.
Como diputado y ciudadano, no puedo sino sentir esperanza frente a este avance. Lo he dicho y lo sostengo, esta ley es un cambio tremendo, que nos obliga a dejar de mirar hacia el lado y a asumir nuestra responsabilidad con la niñez más vulnerable. Porque la dignidad no puede depender de la suerte, ni de cuánto tiempo el Estado se demore en actuar.
Chile tiene la oportunidad de dar vuelta la página, de dejar atrás la indiferencia y comenzar a construir un verdadero sistema de garantías para quienes más nos necesitan. Adoptar no es un favor, es un derecho que los niños tienen a ser parte de una familia.